Centro Cultural LyF: 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

Los viernes de Septiembre

MI QUERIDA” de Griselda Gambaro (sobre “Almita” de Antón Chejov)

“Olga está vacía. En alguna circunstancia perdió su alma. Le quedó sólo un retazo sensible, un almita sin luz propia que apenas vive de la limosna de otros seres”.

“MI QUERIDA” más que un monólogo es un soliloquio en el que Olga cuenta su vida.

La presente puesta en escena está encarada con cuatro actrices interpretando el mismo personaje en diferentes etapas de su vida, y también vivenciando los recuerdos de las personas que la rodearon, hasta convertirlos en otros personajes que cobran vida sobre el escenario.

Como en toda evocación de una vida el tiempo cronológico se confunde, pero si de alguna manera queremos darle un orden argumental a esta historia, digamos que:

OLGA, 60 años, sólo vive cuando ama y se convierte en lo que ama.

Recuerda que primero amó a su padre, que sufría de asma.

Después a una tía que vivía en el campo.

Y después en la escuela, a su profesor de francés.

Y que la gente la amaba y le decía mi querida.

Su primer matrimonio fue con Iván, el dueño de un circo al aire libre, con el que luchó para que el público acudiera y despertara a la grandeza del arte. Iván murió y Olga quedó vacía.

Conoció a Vasili, un comerciante en madera, muy religioso, que le enseñó a temer a Dios y a comprender que la madera es lo más noble y puro que existe. Trabajó fuertemente en el comercio y comenzó a preguntarse cómo la gente puede perder tiempo asistiendo a los circos. Pero también murió Vasili y volvió a quedar vacía, huérfana absoluta.

Casi sin darse cuenta comenzó a relacionarse con un veterinario militar separado de su mujer y de su hijo. Y allí comprendió que los seres humanos nunca podrían vivir sanos y felices sin un correcto control veterinario. Era tan inteligente que lo amó, soportando sus violencias, hasta que lo trasladaron y volvió a quedar vacía su alma.

Sólo la acompañaba una gata a la que ella rechazaba con furor cuando pretendía su cariño. Olga no quería caricias de gata. Quería un amor humano que calentara su sangre que envejecía.

Hasta que un día, el veterinario regresó con su mujer y su hijo, y Olga les abrió las puertas de su casa. Un nuevo amor llenó su almita: el niño, Sacha, abandonado y sin amor.

Lo tomó a su cargo y aún vive con él, luchando por su educación y porvenir. Pero cuando el niño, que fue creciendo, la rechaza, hay una personita que cubre el vacío de su alma: su gata Briska, a la que ya no echa.